Me ladras y te entiendo y si gruñes
me sobran las palabras.
Siempre observas mis manos
Y en tus ojos intuyo la sorpresa,
Esas manos se mueven como pájaros,
provocativas juegan o acarician
y las miras y esperas la señal
para aceptar el reto u ofrecer
tu panza blanca al dedo que deshace
los nudos de tu pelo.
Cuando escribo te enroscas a mi lado,
sabes que cuando un verso se desmande
mi mano buscará la inspiración
en el calor y el pálpito de vida
que tú sin restricciones me regalas.
Es posible que tú no seas perro,
es posible que yo no sea humano
que de alguna manera nuestro origen
sea anterior a nuestro nacimiento
y antes corriéramos por campos,
tú, la escopeta al hombro y yo ladrando.