a José V. Hernández
la soledad del globo estratosférico
la soledad del perro abandonado
la soledad del ébano en la noche
la soledad del sherpa en la ventisca
la soledad de un pecio en un mar seco
que a poco se secó por soledad
dices que escribo penas
y puede que sea así
si no las escribiera
no me podría reír
sabía que sin riesgo hay esperanza
de tener una vida extensa
aunque al final su peso
no alcance el de un instante
pero yo jugué fuerte
tengo muchas anécdotas
que agradan a los jóvenes
las voy olvidando
hasta sentirme tan hueco
como el que no apostó
y amigo mío es cierto tengo sed
quiero ahogar el vacío
con un vino pisado
a orillas del Pisuerga
descorchado por ti
pues el vino es amargo en soledad
y de un rojo encendido en compañía
Tengo el estómago encogido. “La soledad del ébano en la noche”. Qué grande. Y doy fe de vida llena de historias brillantes, anécdotas las llamas… ¡ja!
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