Takuboku en Kushiro 

Ishikawa Takuboku 

 


Llegamos a Kushiro al anochecer, aunque hacía frío y llovía salimos a pasear para ver las luces del muelle. Tengo la memoria de Dory (Buscando a Nemo) y sólo cuando me di de bruces con su estatua, recordé que mi amado Takuboku estuvo aquí. Este poeta japonés, tuvo una vida breve, murió con 26 años, aún así escribió hermosos poemas que le hicieron inmortal.

 

Puerto en la noche

Ishikawa Takuboku quiso vivir de sus versos y así le fue. Cuando comprobó lo imposible de su empeño y ante la premura de alimentar a su esposa y a su hijo, abandonó Tokio y se fue a Hokkaido donde trabajo como periodista en varias ciudades. En Kushiro apenas vivió 6 meses y en invierno, a principios del siglo XX esta ciudad no debía ser muy confortable en los meses fríos, todo se cubre de nieve y el mar se hiela.  Allí trabajó para el Kushiro Shinbum, el periódico local. Para Takuboku, Kushiro era el destierro, pero como poeta, sublimó su desesperación en hermosos tanka ( poema compuesto de cinco versos de 5/7/5/7/7 moras) y en los brazos de su amante. Que se sepa, al menos, tuvo dos en la isla de Hokkaido. De Kushiro se llevó una tuberculosis que acabaría con su vida.

Edificio del periódico Kushiro Shinbum

En Kushiro, Takuboku escribió veinticinco tankas, he traducido 8 de ellos con la ayuda de mi mujer, Mine Kawakami. Traducir poemas de otros idiomas siempre es reescribir el poema, pero si es del japonés el tema se complica aún más. Hay traducciones de los poemas de Takuboku al inglés que podría haber utilizado, sin embargo una doble traducción, con seguridad, hubiera generado unos versos que con suerte se parecerían a los del autor en el título y, en este caso, ni siquiera tienen título.

Puente sobre el río Kushiro

La ciudad de Kushiro le ahijó y por toda ella hay referencias al poeta, la Avenida Takuboku, el parque donde iba a llorar su destierro, la casa donde trabajaba su amante, el edificio del periódico, el puente que cruzaba a diario…en todos esos lugares se pueden encontrar monolitos o carteles que recuerdan su presencia. Yo creo que los alcaldes de Kushiro no han leído a Takuboku, si lo hubieran hecho sabrían que detestaba este lugar y probablemente no sería su hijo predilecto, o a lo mejor ellos también lo detestan.

I

En el mar del norte,
los niños que persiguen
a las ballenas
son admirables. Se alegran
al vislumbrar los témpanos.
 
II

Tomando sake
en un lejano país
del fin del mundo,
lagrimas de tristeza
son como las del sake.

 III

Recién llegado
estoy en la estación
del fin del mundo.
La nieve ilumina
la ciudad melancólica.

 IV

La tinta helada.
La acerco al fuego exiguo.
Saltan mis lágrimas
bajo la tenue luz
que ilumina la mesa.

 V

Sobre la cima,
escuchando el oleaje
del mar lejano,
absorto en su sonido
estoy pensando en ti.

 VI 

Como un insecto
que es amante del fuego,
voy a la casa
cálida e iluminada
de forma habitual.

 VII

En la bahía
no hay olas en febrero,
pintada de blanco,
los barcos extranjeros
oscilan suavemente.

 VIII

Como si fueran
los dioses encarnándose
en la distancia,
así, los montes de Akan
en la nieve amanecen.