No he viajado nunca más lejos de mis lentes,
aunque en mi maleta haya estampas orientales,
mas mi indignidad reconoce la pureza
como el mayordomo descubre al impostor.
Pureza en el sordo grito de los mudos
que anuncia que la más certera de las verdades
volverá a nacer en cualquier ciudad dorada
para convocar la conciencia de los actos.
Entonces las manos respirarán como ciervos
y no habrá manera de dar con el número de los alzados.
Cuando las manos se cuenten como espigas
ya nadie podrá malograr la cosecha.
Serán como olas dispuestas a alejarse,
para volver y deshacer cualquier engaño.
No soy la voz pura – quizá el viejo cotilla
que ha escuchado algunos rumores o ha tenido un sueño –
tampoco el cartero que lleva la respuesta;
soy viento cambiante que mezcla voces confusas.
Tan confundido que aún no estoy seguro
de si existe una isla en la peste o hay que crearla
y hacerla crecer más allá de la avaricia,
el hambre, el silencio que extiende su dominio.
Vuelvo a imaginar que no estoy solo,
que podríamos ser libres,
que el fuerte y el sabio son alguien que conozco,
y quisiera que este sueño no fuera más que un anticipo,
algo que presentía.
(fragmento del poema «En busca de una isla habitada» del libro Poesía 2000-2006)
Creo que somos más libres que muchos que creen serlos. Qué bonito lo dices!
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