A María Nevado Caballero
Un hombre meditaba sentado en una roca
el poderoso río bajaba la montaña
cantaba la curruca con cadencia invernal
el aire se vestía de húmedas lentejuelas
y dormían las vacas felices y sin moscas.
Se dijo qué hay mejor que el mundo sino él mismo.
Y la vida le hablaba con picos y gargantas
y también con el viento que es la lengua del bosque.
Conocía el lugar y siempre era distinto
cuando llega la bruma el bosque que es jardín
se disfraza de ciénaga que custodia un misterio
y en otoño el camino pedregoso es más blando
acolchado por hojas como plumas crujientes.
Aquel valle era un teatro en él todos los días
estrenaban función un nuevo decorado.
Sí se afirmó no hay nada más hermoso que el mundo
donde todo se ofrece y en su mente vacía
intermitentemente tomó forma la duda
¿Cómo puede existir la angustia y el dolor?
Ningún sentido tiene en un mundo perfecto.