Hoy, exactamente a las 23 horas y 13 minutos, hace un año nos dejaste. Esa noche subí mis sentimientos al blog. Hoy vuelven a estar a flor de piel.
¡Un año¡ ¡Y todo sigue igual, mamá!
Durante este año he seguido hablando con ella, cuando mi perro hacía una gracia, se lo comentaba. A veces nos tomábamos un tercio, de los que ella gustaba. En realidad, yo me bebía los dos. Tú no te lo puedes tomar, mamá, y no la vamos a tirar, verdad. No hijo, disfruta, pero luego me tienes que llevar a la residencia. No, mamá, ahora no necesitas estar en la residencia, te puedes quedar aquí todo el tiempo que quieras.
A las nueve de la mañana, todos los días me asalta el pensamiento “nohellamadoamamá”, porque es la hora a la que hablábamos cada día. Dicen que no es bueno aferrarse a los muertos, que hay que pasar el luto. Pues, a mí no me da la real gana. No es necesario que me expliquen que ella se fue para siempre, tan loco no estoy. Pero no estoy lo suficientemente cuerdo para borrarla de mi vida – no hacerla partícipe de la misma, es borrarla – y siempre estaremos juntos. Siempre es el lapso que me quede. Ya sabes, mamá, te voy a contar todo lo que vaya pasando, así no te aburres y me haces compañía.
Ahora vamos a tomarnos un tercio para celebrarlo, ¡A tu salud, mamá! Pero hijo, qué bruto eres, !Dios mío, qué habré hecho yo para merecerlo¡
